Atardecer en el bosque

Era un atardecer de fuego. La silueta de los enormes pinos que se abrían de forma horizontal, me recordaban que estaba en centro Europa. La neblina suavizaba la luz del ambiente. El atardecer me invadía, no podía dejar de mirar, queria captarlo todo, retener en el recuerdo los infinitos tonos naranjas. Por todos lados las nubes rallaban la cúpula del cielo. Eran planas en su base y al mirarlas podias intuir el calor que emergia de la tierra haciéndolas explotar por arriba como un fuego, al menos eso creo yo, llamaradas rectas que formaban todo ese atardecer dorado en algún lugar en medio de alguna parte lejos del cemento y de los coches. Perdidos del ruido de la civilización, pasamos la semana en una montaña sin nombre, omnubilados por las conversaciones que surgian bañadas en vino blanco y coloreadas al calor del fuego con olor a pino. Podia ser perfectamente el mejor lugar del mundo, para mi lo era. Fuego fuera y fuego dentro, madera debo de ser pues este paisaje me ha prendido y sigue haciéndolo desde lejos semanas después.

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